Si uno piensa en el Giro, probablemente lo primero que viene a la cabeza es el color Rosa de su Maglia y las espectaculares montañas que se ascienden. De esos montes, seguramente los primeros vendrán a la mente son el Passo del Mortirolo y el Passo di Gavia, quizá las dos subidas más emblemáticas de los últimos 20 años de la carrera. Situadas ambas en los Alpes Cárnicos y a menudo incluidas en la misma etapa, ascendiendo primero los más de 2600 metros de altura del Gavia para luego afrontar un interminable descenso hasta las faldas del Mortirolo (así fue en 1996, 1999, 2006 y 2008), este año ambas subidas vuelven a coincidir en carrera pero en etapas distintas y consecutivas, para actuar como jueces finales de un Giro extremadamente duro.

El Mortirolo es seguramente el puerto de paso más duro ascendido nunca en una carrera ciclista, su terrible y constante desnivel hacen de él un auténtico infierno capaz de hundir a cualquiera. Fue introducido por primera vez en el Giro en 1990 y tuvo un debut algo discreto al ser afrontado por su vertiente más suave para descenderse luego por el lado que le ha hecho mítico, el de Mazzo di Valtellina. Curiosamente ese día también fue esa vertiente la más espectácular. Allí el colombiano Leonardo Sierra, escapado todo el día, hizo gala por enésima vez de los contrastes de los escarabajos, escaladores tan ágiles como torpes bajadores, y estuvo a punto de perder toda su ventaja al caerse en varias ocasiones, aunque finalmente se impuso en la meta de Aprica. Entre los candidatos a la general no hubo diferencias y un magnífico Gianni Bugno, líder desde el inicio hasta el fin de esa edición, dio un paso más hacia su triunfo final. Al año siguiente se estrenó la vertiente de Mazzo antes de afrontar las ascensiones a Santa Cristina y Aprica, topónimos inevitablemente asociados al coloso cárnico, combinación sinónimo de espectáculo que sirvió para que Franco Chioccioli se exhibiera en solitario camino de su victoria en ese Giro’91.

La etapa del 94 es sobradamente conocida. Merano-Aprica. 195 kilómetros. Hay que ascender Stelvio, Mortirolo, Aprica y Santa Cristina para terminar bajando otra vez hasta Aprica. El nacimiento de un mito, Marco Pantani. Una de las más célebres pájaras de Miguel Indurain, tres minutos perdidos en Santa Cristina, adiós al Giro. El sufrimiento de un joven Berzin, el hombre venido del Este para dominar el ciclismo que se decía en la época, salvando el Rosa tras al hundimiento de Miguelón. El paso del Mortirolo a la posteridad, sinónimo de espectáculo prácticamente en cada ocasión que se asciende.

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En el 96 hunde a Olano, que pierde el Rosa el penúltimo día a manos de Tonkov, aliado con un Gotti que vence la etapa. Misma dupla protagonista al año siguiente pero con los papeles cambiados, esta vez vence Tonkov la etapa sin poder despegarse de un Gotti de Rosa que ganará el Giro. La etapa del 99 es seguramente la más triste, la caída a los infiernos de Pantani en la salida de Madonna di Campiglio por exceso de hematocrito deja huérfano al Giro. Otros tres escaladores de postín lo aprovechan, Heras gana la etapa por delante de Simoni, que se sube al podio por primera vez, y de Gotti, segundo triunfo en el Giro, mucho menos brillante que el primero. Savoldelli y Jalabert, corredores más pesados, son los grandes perjudicados del día.

El Mortirolo no vuelve hasta 2004, quizá por las secuelas del terrible declive de su gran conquistador. Lo hace en un papel menor, al principio de una etapa con Vivione y Presolana que vive el ataque a la desesperada de Garzelli, vencedor de etapa y Simoni, segundo, que anda enfrascado en una lucha interna con un jovencísimo Cunego, su compañero de equipo en el Saeco, al que no logra desbancar. En 2006 se recupera el final Mortirolo-Aprica con éxito, con Basso exhibiéndose ante un impotente Simoni, otra vez segundo en la etapa del coloso cárnico, para rematar su estratosférico Giro. Finalmente 2008 es quizá la etapa más floja, siendo posiblemente la que más espectativas generaba. Ninguno de los favoritos, tampoco el fanfarrón Riccò, fue capaz de atacar a un Contador que empezó ese Giro hablando de sus vacaciones en la playa y lo terminó vestido de Rosa. La etapa fue para el pirómano Sella y Simoni volvió a ser, cómo no, segundo.

Giro Contador Mortirolo

El Gavia, cuya dificultad principal no está en su desnivel si no en su altitud, tiene su orígen mucho más atrás, en 1960. Su inclusión vino motivada por la busqueda de reclamos mediáticos del Giro ante la temible competencia de los Juegos Olímpicos de Roma del mismo año. Su cima fue coronada por primera vez por Imerio Massignan, sin embargo dos pinchazos sufridos en el descenso hasta Bormio evitaron su victoria de etapa, que fue para el gran Charly Gaul. Por detrás, Nencini ponía contra las cuerdas a Anquetil, que salvó la Maglia Rosa por poco y logró conservarla hasta el final. El éxito del puerto hizo que la organización lo volviera a plantear para el año siguiente. Sin embargo, la climatología adversa obligó a anular su ascensión. El Gavia no volvió hasta 1988, en una etapa cortísima (120 kms) con la ascensión previa a Aprica. Nada presagiaba que aquella etapa se convirtiese en una de las más duras de la historia, como así fue.

Una terrible tormenta de nieve, con temperaturas bajo cero y una sensación todavía peor debido al gélido viento que soplaba, se erigió en protagonista convirtiendo a los ciclistas del Giro en héroes. Por si eso fuera poco, la parte final del ascenso al Gavia por Ponte di Legno (la vertiente más dura y usada habitualmente) estaba en esa época sin asfaltar, añadiendo algo más de épica a la jornada. Pero lo peor fue el descenso hasta Bormio. La velocidad de los ciclistas multiplicaba la sensación de frío, que empezaron a sufrir algunas congelaciones, lo mismo que sus bicis, con frenos y cambios inutilizados. Muchos ciclistas tuvieron que parar a calentarse en los coches y caravanas de los espectadores para poder continuar. El holandés Johan van der Velde, que había coronado en cabeza, perdió más de 46 minutos en meta respecto al que fue vencedor de la etapa, su compatriota Breukink. Andrew Hampsten fue segundo y le arrebató la Maglia Rosa a Chioccioli, que cedió 5 minutos, una prenda que ya no perdería. El americano escribió este magnífico relato años después.

Andrew Hampsten Gavia

Andrew Hampsten, ascendiendo el Gavia en el 88

Un año después, la organización decidió esta vez sí, anular su subida por las inclemencias metereológicas. El Gavia ha pasado a un segundo plano luego, siendo colocado varias veces lejos de meta como preámbulo al Mortirolo. La etapa de 2000 es la mejor excepción. La primera victoria de Simoni en el Giro, en un día de brillo colombiano en una escapada numerosa y de guerra de guerrillas entre clanes italianos, con protagonismo para secundarios de lujo como Lanfranchi o Mazzoleni mientras Casagrande y Garzelli se jugaban el Giro.

Este año este coloso recupera su protagonismo. Será ascendido por su cara menos dura (por Bormio) lo que como contrapartida tiene un descenso de máxima dificultad y mucha cercanía a una meta situada en la cima del Tonale, un puerto más blando. Además, la etapa contiene la ascensión al tremendo Forcola di Livigno, e incluye muchísimos kilómetros por encima de 2000 metros de altura (si las condiciones metereológicas no lo impiden), lo que obligará a los ciclistas a un sobreesfuerzo nada desdeñable en el penúltimo día de carrrera. Combinado con los desniveles imposibles de Trivingo y Mortirolo el día anterior, un cóctel explosivo que puede convertir el final de este durísimo Giro en un “sálvese quién pueda”.

Jordi Martínez