La batalla de la primera semana del Tour de Francia deja un balance de bajas de cuantiosa calidad para el desenlace de la Grande Bouclé. Como si de una jornada de alta montaña se tratase, las primeras nueve etapas han sido sobretodo selectivas. Las caídas son el culpable de todo ello. Desde que echó a rodar hasta el día en que la carrera llegue a Luz Ardiden, el nerviosismo que recorre el pelotón provoca situaciones dramáticas que bien podrían haber sido evitadas en su mayor parte.

Como dijo Javier Ares, “lo emocionante de la primera semana del Tour es saber cuántas clavículas se rompen”. Así de triste es la realidad. Los primeros días de competición se convierten en un sálvese quien pueda. La carrera no se pierde en los Pirineos o Alpes, se pierde en la primera semana. Una preparación específica de la temporada enfocada al Tour puede irse por la borda a las primeras de cambio. Dramática está siendo la presente edición. Favoritos de la talla de Bradley Wiggins, Jurgen Van den Broeck, Chris Horner o Janez Brajkovic tuvieron que hacer las maletas antes de tiempo. A ellos se le suman un siempre animador como Alexander Vinokourov, un batallador como Amets Txurruka o Christophe Kern o el belga Tom Boonen entre otros. Por si fuese poco, las caídas y cortes han lastrado las opciones de Levi Leipheimer, Ryder Hesjedal y Roman Kreuziguer o dejado secuelas a Robert Gesink y Andreas Klöden. Otros como el vigente campeón Alberto Contador o Samuel Sánchez parten con desventaja antes del comienzo de la montaña. Sorprende el caso del RadioShack. El conjunto de Bruyneel partía con cuatro bazas para disputar la general; dos se han ido para casa, uno está lejos de la general y el que más opciones tiene llega al primer bloque de montaña con problemas tras una caída.

La imagen más habitual de la primera semana, el abandono por caída © AP

¿Qué se puede hacer para intentar frenar estas situaciones que se repiten año tras año? Hacer una etapa verdaderamente selectiva, una jornada en que se marquen las primeras diferencias para que cunda el nerviosismo y se ruede más relajado. Ya sea una contrarreloj individual o una jornada de montaña, las diferencias marcan tranquilidad en el seno del pelotón y aunque no sea una medida cien por cien fiable al menos lograría una serenidad en el grupo. Con esta medida se cumplirían dos objetivos, el expuesto y dotar de algo más de emoción a una primera semana en la que realmente los últimos veinte kilómetros de cada etapa son realmente vistosos.

Mientras tanto y no se logre resolver una situación que en el resto de las grandes vueltas no es costumbre que se dé, seguirán tirándose preparaciones y días de sacrificio derivadas de situaciones que en la medida de lo posible se podrían haber resuelto que hace que de una competición que la que puede haber varias variables y posibilidades se recorte de manera considerable el número de candidatos a luchar por la victoria y subir al pódium en París.