Desde que participó por primera vez en la ronda francesa en 2007 -año de su fichaje por Euskaltel – Euskadi tras haber pasado por Barloworld en 2006- Amets Txurruka empezó lo que parecía que iba a ser un idilio imposible de romper. Durante toda su carrera ha acabado mostrándose como un corredor de equipo cuyo trabajo no acababa de verse reflejado en la consideración de la afición hacia él excepto en el Tour, y en infinita menor medida Itzulia. Ser una prueba 24/7 era el mejor escaparate que podía encontrarse y allí acentuaba sus virtudes para mostrar a todo el mundo quién era Amets Txurruka.
Hace cuatro años de su primera aparición, pero difícil es olvidar aquellos días en que tarde sí, tarde también, era uno de los grandes animadores del pelotón cuando la carretera se ponía cuesta arriba. Cada vez que un naranja saltaba todos esperaban que fuese ese corredor pequeñín que tanto aprecio se ganó. Lástima que por aquel entonces C&H no fuese ni siquiera una idea, hubiera sido uno de los grandes pirados a los que tanto admiramos y probablemente un HIDOLO con todas las letras. Sin embargo su constancia y pundonor le reportaron un premio de consolación como fue la presencia en el podio de París como corredor más combativo y segundo mejor joven tras un tal Alberto Contador.
La misma historia se repitió al año siguiente. Conectando muchos días la retransmisión con Amets saludando desde tête de la course el Tour en algunos momentos parecía convertirse en “El día de la marmota”, con el vizcaíno siempre dando guerra, y pese a que sus aventuras nunca fructificaban sí que lo agradecieron Samuel Sánchez y Mikel Astarloza, que encontraron en él al gregario perfecto para colarse en el Top10.
Tras dos años colosales, nadie dudaba ya que era uno de los fijos del equipo vasco para el Tour de Francia. Y en 2009 llegó su mayor logro y su mayor palo. Días después de haberse escapado en la etapa con final en Barcelona, fue otra jornada marcada por la lluvia camino de Colmar que el pelotón no estaba para nada ni para nadie que Amets, viendo la apatía reinante, decidió arrancar con la victoria ya decidida en favor de la fuga formada bastante tiempo antes. El todavía alemán Heinrich Haussler se iba en solitario, y tras muchos kilómetros junto a Sylvain Chavanel lo dejaba atrás y entrarba segundo muy lejos de un Haussler aquel día pletórico. Pero algo menos de una semana más tarde, el Tour le enseñaría su cara más amarga, cuando tras unos días más-que-renqueante debido a una caída sufrida días antes (estando en fuga, por supuesto) la organización no le perdonó, ni a Ruben Perez tampoco, el fuera de control en la antepenúltima etapa en un de los gestos muy discutidos a ASO de forma unánime.
La temporada siguiente, 2010, fue quizás la peor de su carrera. Tras muchísimo tiempo luchando por su primera victoria parecía que ésta iba a llegar en un gran escenario, en la Itzulia, pero una caída camino de Orio cuando acariciaba la etapa con la yema de los dedos le devolvía a la cruda realidad del corredor sacrificado que no encontraba recompensa. El palo fue todavía más grande cuando en la cuarta etapa del Tour, tras haber salvado Spa y Arenberg, se iba al suelo y volvía a fracturarse la misma clavícula que meses atrás. Lo que para cualquier otro hubiese sido un año a la basura, no lo fue para Amets, y todavía tuvo tiempo de levantarse y convertirse en uno de los puntales del equipo para aydar a Igor Antón y Mikel Nieve en la Vuelta del año pasado.
Durante este 2011 apenas había hecho ruido, y tampoco se esperaba que lo hiciese, su temporada, un año más volvía a centrarse en dar lo mejor de sí en la alta montaña del Tour. Iban pasando días y Amets seguía en carrera, pero el domingo, todo se volvía a esfumar otra vez, y otra vez la clavícula derecha era la responsable de dejarnos sin al mejor Amets, el que tenía que aupar a Samu al pódium, el que volvería a ganarse el reconocimiento de la afición, el que iba a luchar como siempre por lograr su etapa.
Parece mentira pero el ciclismo va dejando historias de ciclistas anónimos para el gran público durante gran parte del año que emergen durante el mes de julio para mostrarse en todo su esplendor, tanto para bien, como en este caso para mal. El idilio que Amets vivió con el Tour durante casi tres ediciones enteras fue ciertamente bonito, pero la desgracia se ha cebado con él. Alguno arrojaría la toalla, Amets tenemos claro que no.