No cabe duda que la victoria en un Campeonato del Mundo es algo muy goloso. Para determinado perfil de corredores, es el triunfo más grande a la que pueden aspirar en su carrera deportiva. Muchos coincidimos en que el maillot arcoíris es la prenda más bonita que puede vestir un ciclista. Y la carrera siempre tiene el aliciente especial de disputarse por selecciones nacionales, algo que la hace única en el calendario. Pero, ¿justifica eso ciertas preparaciones?

Este año ha habido dos ejemplos llamativos de ciclistas de primer nivel que han dedicado meses de su temporada a pasear sus dorsales en las carreras como mero entrenamiento para un Mundial en el que han terminado pasando absolutamente desapercibidos. Por mucho que su carrera, su palmarés y su actitud en la carretera sea generalmente admirable, se hace difícil justificar el empeño de Tom Boonen (Omega Pharma- Quick Step) en preparar una cita a todas luces hostil para él, dadas sus pobres actuaciones en pruebas asfaltadas desde hace años y el hecho de que jamás ha sido un corredor puntero en este tipo de repechos.

La posibilidad de llegar al sprint no sirve en su caso. En el último paso por el Mirador se le vio quedarse del grupo de los Kristoff, Degenkolb, Bouhanni y compañía, para terminar cruzando la meta a más de un minuto. Cero opciones. Por el camino, una pobrísima actuación en el Eneco Tour, donde en forma bien podría haber aspirado a ganar alguna etapa, y una Vuelta con detalles interesantes pero poco brillo. Por mucho que su palmarés sea el propio de un superclase, no se debe vivir de las rentas. Las posibilidades del Boonen actual eran nulas si trataba de jugársela con los especialistas en cotas en el Mirador.

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No muy diferente es el caso de Fabian Cancellara (Trek Factory Racing) quien desde que terminó la primavera ha ido acumulando abandonos previos a Ponferrada, para terminar cuajando una actuación de lo más gris. Tour de Francia, Eneco Tour y Vuelta a España le vieron bajarse antes del final, sin lograr ninguna victoria de por medio. Renunció a disputar la contrarreloj y corrió un Mundial en línea tapado, sin intentar nada y buscando el imposible de estar con los mejores en la ascensión final. Hay que reconocer, y él mismo debería ser el primero, que ya no es el de Mendrisio. Está en la curva descendente de su rendimiento deportivo. Se vio en Roubaix, se vio en la etapa adoquinada del Tour y se ha visto en Ponferrada.

Ahora que hay dos semanas entre el final de la Vuelta a España y el Mundial en ruta es más complicado justificar los abandonos en la ronda nacional para ultimar preparaciones. Al fin y al cabo, los mejores clasificados procedentes de la Vuelta han sido Alejandro Valverde y Philippe Gilbert. Con mejor o peor fortuna, ambos sí disputaron las tres semanas al completo. Y ellos sí sabían que, por su perfil como ciclistas, tenían opciones realistas de estar en la pomada.

Evidentemente tanto Tom Boonen como Fabian Cancellara se han ganado con su historial la capacidad de decidir libremente sobre cómo conducir su carrera deportiva y qué objetivos intentar. Ahora bien, tirarse más de media temporada poco más que haciendo series en las competiciones no parece lo más sensato, especialmente cuando en la gran cita tratan de competir de tú a tú con corredores que les van a superar siempre en ese terreno, sin intentar un plan alternativo con el que no hubiesen tenido nada que perder.

Claro que, visto que las piedras parecen el último reducto para seguir mostrando la calidad de ambos en el crepúsculo de sus carreras deportivas, siempre les quedará Richmond 2015. Y quizá allí sí que se les pueda permitir lo que, con escaso acierto, han intentado este año.