El caso de los vueltómanos neerlandeses surgidos en los últimos años, especialmente dentro de las filas de Rabobank y, ahora Belkin, es curioso. Caso tras caso parece repetirse la situación de promesas que no llegan a auténticas realidades. En muchas mentes resonarán inmediatamente los nombres de Robert Gesink y Bauke Mollema, ciclistas de indudable buen nivel, pero aparentemente estancados por unas u otras razones y cuyo rendimiento irregular no se corresponde con la curva de progresión normal que se esperaría de corredores de su edad y proyección desde más jóvenes.
Steven Kruijswijk (Nuenen, 1987) es comparable. Campeón nacional en ruta sub-23 en 2009, enrolado en las filas del Rabobank Continental, pasó al equipo profesional en la temporada siguiente, con la vitola de promesa y con interesantes actuaciones que rápidamente refrendaron la misma. 18º en la general de su primera grande, el Giro de Italia, en verano volvió a recuperar un nivel suficientemente bueno como para hacer 8º en Burgos.
Su aparente explosión iba a llegar en 2011. Regresó al Giro con intención de mejorar sus prestaciones del año anterior, y vaya si lo consiguió. Haciendo una carrera de menos a más, terminó 8º, siendo una de las figuras más consistentes y visibles en las últimas etapas de montaña. Tan entero pareció terminar que estiró, con gran éxito, su estado de forma en la Vuelta a Suiza; allí estrenó su palmarés pro al ganar la sexta etapa y se metió en el tercer cajón del podio final. La segunda mitad de temporada no le fue tan bien, estando discreto en la Vuelta a España y en las carreras de un día posteriores, pero sus cartas sobre la mesa como vueltómano ya estaban mostradas.
Rabobank decidió en 2012 la ambiciosa, y quizá cuestionable, apuesta de dejarlo todo para el Tour de Francia y llevar allí a sus tres líderes para las generales: Gesink, Mollema y el propio Kruijswijk. El resultado fue desastroso. Los dos primeros, afectados por caídas, enfermedades y sin haber dado el nivel desde el principio, se marcharon para casa mediada la carrera. Kruijswijk terminó en un discreto 33º puesto, habiendo intentado formar parte de alguna numerosa fuga de montaña sin éxito. Y lo peor fue que, lo que podría haber sido un bache puntual, se convirtió en la tónica de su posterior carrera.
Volvió en 2013 al Giro, buscando mejor suerte en la carrera que le lanzó al estrellato, pero tampoco la encontró. Ni allí, ni en el resto del año, ya con los colores de Belkin. No parecía que en la presente temporada le estuviesen yendo mejor las cosas y quizá ya nadie se acordaba de su característica figura de hombros anchos circulando entre los mejores en los puertos. Pero llegó el Tour de Francia y, aunque sin brillo, terminó 15º, estando mejor en la segunda parte de la carrera. Su mejor actuación en tres años.
Ahora, Steven Kruijswijk se encuentra con que ha ganado la Arctic Race of Norway, continuando en la línea de buenas sensaciones que dejó al final de la gran ronda francesa. No es una victoria excepcional a nivel deportivo, pero tal vez lo sea a nivel mental. Una inyección de confianza que podría dejarle en el puesto que le correspondía después de 2011. En su cabeza y piernas está el demostrar que ha vuelto para quedarse y que no tiene ante sí otra larga travesía por el desierto.