Su nombre nunca aparece en las quinielas. La sombra de Cavendish, Kittel, Greipel, Sagan o Degenkolb es demasiado alargada, pero en ella el noruego Alexander Kristoff ha encontrado su sitio. Lejos quedan sus grises temporadas en BMC Racing Team tras unos años de formación en su Noruega natal e incluso sus inicios en Katusha. Una cocción a fuego lento que a sus 27 años le ha permitido convertirse en una auténtica estrella. Eclipsada, pero una estrella. A día de hoy a nadie sorprendería verle recibir el bronce en el podio de los Juegos Olímpicos de Londres tras imponerse en el sprint del grupo.
Dos años después de aquella primera gran actuación, sus resultados le avalan. ¿Cómo no recordar su victoria en la Milano-Sanremo o sus triunfos en Saint-Étienne y Nïmes en el Tour de Francia? Un Monumento y dos etapas en la Grand Boucle son números de estrella, y más cuando estos éxitos vienen acompañados. Cantidad y calidad. Pero además, destellos. Como aquel que nos hizo vibrar camino de Oudenaarde con su persecución al cuarteto cabecero en De Ronde en que 6″ le separaron de un sprint que le hubiese elevado a los altares.

Foto © Le Tour
Con más de media temporada en el tintero puede asegurarse que 2014 está siendo el año de Alexander Kristoff. Él solo se está bastando y se está sobrando para mantener el orgullo de un equipo como Katusha que está viendo como sus otros ases están cuajando temporadas algo más discretas. Ni Joaquim Rodríguez, ni Simon Špilak, ni Dani Moreno. Él es el pilar maestro que sustenta la escuadra rusa, y a buen seguro que en sus próximas citas seguirá dando que hablar. Sprinta mucho y sube casi tanto, algo que está demostrando con creces en la Arctic Race of Norway, donde aún continúa en la pelea por la general tras una etapa quebrada e incluso un pequeño final en alto.
Vuelve a ser profeta en su tierra, pero la parte final de la temporada continuará en Hamburgo y Plouay, donde por más que su presencia en la línea de salida sea anónima, cuando llegue el momento de luchar por la victoria aparecerá en escena. Siempre alerta, esperando su oportunidad para disparar en el momento adecuado. En su revólver queda todavía una bala con un lugar y una fecha escritos en ella. Ponferrada, 28 de septiembre. Ese día puede dejar de ser la estrella eclipsada y empezar a deslumbrar con su propia luz.