Un lunes cualquiera del mes de marzo puede convertirse, porque sí, en una de las jornadas más espectaculares que nos regale la temporada, es una de las maravillas que tan poco valoramos de este deporte. El responsable tiene nombre y apellido. Vincenzo Nibali (Messina, 1984). Lo Squalo dello Stretto. La historia de la etapa con final en Porto Sant’Elpidio ya la conocemos. Un primer paso por el muro, ataque en el descenso, derramaje en el segundo muro. Etapa para Sagan y general para Nibali. Pero por fortuna no ha sido, ni de largo, la única locura -bendita locura- que el sicialiano nos ha regalado en sus años como profesional. Porque, acabe ganando o acabe perdiendo, Vincenzo Nibali es un corredor comprometido con la historia del ciclismo, un corredor que siempre aparece en los grandes escenarios, un corredor de otra época.

Nibali rompió la mala racha en la Tirreno / Foto (c) Tirreno-Adriático
Descenso del Monte Grappa y victoria en Asolo. Giro d’Italia’10.
Richie Porte vestía de rosa tras la macrofuga camino de l’Aquila y la Liquigas, obligada a reducir distancias a pasos agigantados ponía a trabajar su bloque. Agnoli, Kiserlovski y Szmyd lo dejaban todo listo para que Nibali separase el grano de la paja en el único puerto del día, el Monte Grappa. Ivan Basso, Michele Scarponi y Cadel Evans serían los hombres que, tras coronar el coloso prealpino bajo la lluvia, verían cómo lo Squalo se lanzaba en el descenso. Lo volverían en Asolo. Falló en la etapa siguiente en el Zoncolan, pero aquel día, con 25 años, dejó claro quién era Vincenzo Nibali.
Primera vez en el Poggio. Milano-Sanremo’11.
El Poggio di Sanremo iba a ser un año más el juez de una carrera que, rota tras la caída que había partido el pelotón acabando con las opciones de hombres como Boasson Hagen, Cavendish, Freire o Hushovd, se presentaba como el escenario ideal para que Vincenzo Nibali dejase su sello. Y así lo hizo cuando al poco de empezar la ascensión lanzaba un ataque que rápidamente le daba unos metros de ventaja. Parecía que podía ser su día hasta que Gilbert y Cancellara se pusieron manos a la obra y le dieron caza coronando el Poggio. Ni siquiera le dejaron soñar en el descenso hacia Sanremo.
Sueños rotos en la Marmolada. Giro d’Italia’11.
La que probablemente sea la mejor etapa de una Gran Vuelta de los últimos años -con el encadenado dolomítico Giau, Fedara y Val di Fassa- debía tener a Vincenzo Nibali como uno de los protagonistas. Con Contador intratable, intentó lo imposible en un ataque en el descenso del Passo Giau, pero el trabajo de Movistar acabó neutralizándole antes de que el ataque de la maglia rosa en la Marmolada le diese la puntilla, y aunque en el descenso se reenganchase, nada tendría que hacer en Gardeccia. El Giro acabó con Scarponi segundo y Nibali tercero escudando a Contador en el podio de Milán. Poco importa, aquellos minutos de Nibali bien valieron el rosa que no consiguió tras la sanción al madrileño.
Las campanas del Ghisallo doblan por lo Squalo. Giro di Lombardia’11
La Clásica de las Hojas Muertas era, tras dos años ganando, territorio Gilbert, y si bien aquel año el recorrido había sido modificado, la temporada del entonces campeón belga hacía pensar en el tercer triunfo consecutivo. A los valientes les tocaba citarse con la épica. Y cómo no, así lo hizo Vincenzo Nibali, atacando en la mítica Madonna del Ghisallo a 52km de meta. Al sonido de las campanas su ventaja era de 1’30” pero el excesivo desgaste de los kilómetros de llano antes de la llegada de Villa Vergano y el grueso del grupo perseguidor iban a pesar demasiado. A falta de una quincena de kilómetros para la meta acababa su aventura sin tener la oportunidad de luchar por su primera gran clásica.
Un podio que sabe a poco. Milano-Sanremo’12.
Por segundo año consecutivo el Poggio le esperaba. Y por segundo año consecutivo su ataque fue clave para el devenir de La Classicissima acabando con las opciones del que era el grandísimo favorito, su compañero Peter Sagan. No fue un ataque de los de épica sino un ataque práctico que se llevó a rueda a Gerrans y al que poco después llegaría Cancellara. Juntos coronaron, Nibali evitó que el suizo se marchase y le dejó toda responsabilidad hasta meta donde Gerrans rubricó su excepcional inicio de año. La derrota no fue tanto la tercera posición como el no haber podido luchar por la victoria.
Hundimiento en Ans. Liège-Bastogne-Liège’12.
No fue en la Redoute, donde los románticos hubiesen hecho de su ataque leyenda, sino en la Rouche aux Faucons donde Vincenzo Nibali se lanzó hacia la victoria. Y como casi siempre, lo hizo en el descenso. Jelle Vanendert había rebentado un grupo ya de por sí reducido, y como quien no quiere la cosa, Nibali había tomado unos metros de ventaja. Faltaban algo menos de 20km y mientras los perseguidores se organizaban él se vaciaba. La diferencia era de 45” en Saint-Nicolas, pero las piernas dijeron basta, y ya en Ans, a pocos metros de la flamme rouge, Maxim Iglisnkiy le daba caza dejándole con la miel en los labios e impidiéndole hacerse, por fin, con su primer Monumento.
Sky acaba con un sueño imposible. Critérium du Dauphiné’12.
Una muy mala crono le había dejado a 3’30” de Wiggins, y con tres etapas por delante el siciliano volvió a sacar su mejor versión. En otro puerto mítico del ciclismo como Le Grand Colombier, donde de la mano de un Cadel Evans que había consumado su conversión, mucho mejor situado que él en la general, se lanzaron en el descenso formando un corte con tres compañeros cada uno que rápidamente adquiriría una renta cercana a los dos minutos. No fue más que un susto para el equipo Sky, el rodillo británico funcionó a la perfección y coronando la Côte de Richemond acabó su aventura. Una aventura corta que servía aviso. Durante el Tour lo probaría hasta el infinito.
Los más grandes mueren matando. Tour de France’12.
La primera contrarreloj había vuelto a dejar a Bradley Wiggins como favorito indiscutible para hacerse con la ronda francesa y, otra vez, en el descenso de Le Grand Colombier Nibali se citó por primera vez con él mismo en el Tour. Sagan le esperaba delante, por detrás Porte conducía a Wiggo. La diferencia había llegado a superar el minuto pero la historia acabó del mismo modo que unas semanas, incluso peor, pues acabó perdiendo un tiempo en meta que bien podría haberle costado un podio que en aquel momento, y esa es la grandeza de lo Squalo, no tenía ningún valor.
A los 28 años ha alcanzado la madurez y cuenta ya con una Vuelta a España (2010) y dos Tirreno-Adriatico (2012 y 2013) además de dos podios en el Giro (2010 y 2011) y uno en el Tour (2012). Un palmarés ciertamente escaso para todo lo que Vincenzo Nibali nos ha hecho disfrutar durante estos últimos años. No dudamos que llegará su momento en que toque la gloria. Vestido de rosa o de amarillo. Con el arcobaleno o la tricolore. En La Classicissima, en La Doyenne o en La classica delle foglie morte. Qué le vamos a hacer, en Cobbles&Hills somos muy de Nibali.