Las oportunidades que Jens Debusschere (Lotto – Belisol) posee para brillar no son ni mucho menos abundantes. Inmerso en un equipo repleto de hombres rápidos, que cuenta con André Greipel como gran bandera allá donde va, acumula varias temporadas como profesional desempeñando mayoritariamente labores de gregario. Aunque hay calidad, él está para trabajar. De hecho, de cara al campeonato belga ese debía ser su rol. Con hombres más consagrados por encima, todo hacía presagiar que sería una pieza más en el estupendo engranaje que pilota los sprints de Lotto-Belisol.

Sin embargo, a veces las circunstancias son benévolas con quien menos se espera que lo sean. Con sus teóricos líderes fugados, el de Roeselaere se mantuvo agazapado en el pelotón, a la espera de lo que deparase una exigente carrera que, a 500 metros del final, se abrió de par en par a sus piernas. Debusschere se veía capitaneando una volata ante un Tom Boonen (Omega Pharma – Quick Step) carente de punch al que superó sin problemas para hacerse con el codiciado driekleur, que ni un inspirado Roy Jans (Wanty – Groupe Gobert), a la postre plata, le pudo arrebatar.

Para un corredor como él, se trataba casi de una oportunidad única de hacerse con el título nacional, en un día en el que la dureza solo iba a estar marcada por la larga distancia. Un perfil totalmente llano abocaba la carrera, ya fuera al pelotón o a un grupo de escapados, para un hombre con un marcado carácter como velocista. La fuga inicial de doce corredores, con todos los grandes equipos representados, tampoco cambio la situación de ningún modo. Ésta no beneficiaba ni perjudicaba a nadie ostensiblemente y no hubo problemas en que se formase, del mismo modo que tampoco los hubo para controlarla. Omega Pharma-Quick Step, sin hombres rápidos y Wanty-Groupe Gobert, en ligera inferioridad, fueron quienes lo llevaron a término, no dejando margen alguno a la especulación y acabando con su aventura con cinco vueltas aun por completar.

Era entonces cuando se daba el verdadero pistoletazo de salida. Los ataques empezaron a multiplicarse, buscando tanto ventaja táctica como un resquicio más allá del sprint por parte de ciclistas de otro perfil. Uno de los que lo intentó de estos modo fue Stijn Devolder (Trek Factory Racing), en su infructuosa búsqueda de igualar el récord de Tom Steels, sin embargo el único isolée que logró cierto rédito por esta vía fue Sep Vanmarcke (Belkin Pro Cycling). El flandrien se colaba en un grupo dominado por los hombres de Marc Sergeant, que había metido delante a tres hombres rápidos como Kris Boeckmans, Kenny Dehaes y Tosh van der Sande junto a Stieg Broeckx. Stijn Steels, Jelle Wallays (Topsport Vlaanderen – Baloise), Julien Vermote y Gert Steegmans (Omega Pharma – Quick Step) completaban el noneto de cabeza, mientras Wallonie-Bruxelles y Wanty-Groupe Gobert, ahora sí claramente perjudicados, se veían obligados a dirigir la persecución.

La renta se congeló rápidamente en el minuto, y la competición se mantuvo a partir de entonces en una extraña y caótica estabilidad. Y es que al orden de las dos humildes estructuras belgas, se intercalaron durante la prácticamente el resto de la carrera ataques de mayor o menos calado que eran secados bien por el propio peso del pelotón o por los hombres de Lotto-Belisol, en superioridad delante y detrás, que no dejaban que su posición de privilegio fuera asaltada. Gilbert, Keukeleire, Van Keirsbulck… muchos fueron los que lo probaron y todos ellos fracasaron. La última vuelta se avecinaba y nada había cambiado más allá de la explosión de Van der Sande en la fuga y la súbita desaparición valona en cabeza del pelotón, con sus jóvenes efectivos ahogados por la distancia.

Era el momento en el que Philippe Gilbert (BMC Racing) volvía a la carga. Tras el toque de campana lanzó un demarraje brutal que estuvo a punto de acabar con todo un pelotón a su rueda. pero la falta de terreno resultó ser, paradójicamente, una montaña demasiado alta para corredores de este perfil. En cualquier caso, esta aceleración obligaba al grupo a meter una marcha más que ya no quitaría, al contrario que unos escapados a los que la fatiga iba mellando patentemente y la cercanía a la meta les hacía ser menos generosos. Broeckx fue el primero en romper la disciplina de relevos yéndose para delante, seguido de un Vanmarcke más entero, pero en ningún caso las piernas tuvieron el suficiente gas para hacer camino. Por contra, Omega Pharma-Quick Step hacía acto de presencia en buscar del tercer nacional de Tommeke.

Jens Debusschere

Debusschere, en rueda de prensa, con el maillot que difícilmente había pensado en vestir / Foto: @JeroenSap

La entrada celeste era lo único que faltaba para eliminar toda intriga sobre el desenlace. Acelerando progresivamente fueron cercando a los ocho líderes, superados poco después del triángulo rojo por un Gianni Meersman hoy supeditado a Boonen. Trabajo al que no está demasiado acostumbrado y con el que acabó dejando a su líder desguarecido antes de tiempo. No así Roelandts y Vangenechten, experimentados lanzadores, quienes pusieron a Debusschere en la distancia idónea para hacer saltar la banca y hacerse con un triunfo que vale toda una carrera deportiva y que, además, cambiará a corto plazo su rol en muchas pruebas. Del anonimato al estrellato. De maquinista del treno a último vagón. De la nada al driekleur.