El 29 de septiembre se esperaba una gran carrera de ciclismo. El Mundial, una de las citas más importantes de un día del año, un día especial en el que los mejores corredores del Mundo cambian su piel para correr por sus países, se daba cita en Florencia para ir cerrando una temporada con mucho que decir. El Mundial de la Toscana no fue lo que se esperó, y eso que empezó muy bien. Italia apretaba e iba eliminando favoritos bajo un intensísimo aguacero. El equipo dirigido desde el coche por Paolo Bettini apretaba a más de 100 kilómetros de meta y ponía de su parte lo necesario.
Hasta que se pararon. El Mundial de la Toscana se quedó en apenas 60 corredores a mucho de meta, pero durante 5 o 6 vueltas el grupo no tuvo mucho ritmo (incluso los escapados, con Bartosz Huzarski como último superviviente, aguantaron más de lo debido). Giovanni Visconti saltó e hizo lo posible por poner entre las cuerdas a algunas selecciones que no habían hecho nada. Ni siquiera lo hicieron en la penúltima, cuyos 16 kilómetros transcurrieron sin pena ni gloria. Leídas estas líneas, ya tuvieron que ser buenos los últimos 16 para que para nosotros el Mundial de la Toscana haya sido el segundo mejor momento de 2013.
Y es que el ataque de Joaquim Rodríguez en Fiesole, tras abrir antes fuego la selección italiana con Michele Scarponi y Vincenzo Nibali, tensaba tanto al situación para dejar la cosa en apenas cinco hombres. Los clasicómanos de piedras quedaban eliminados; solo los vueltómanos y “hombres de colinas” quedaban en cabeza. Eran Rodríguez y Nibali, y llegando un poco por detrás Alejandro Valverde, Rigo Urán y Rui Costa. El final de la subida larga y tendida del circuito toscano dejaba a los primeros en cabeza y al trío trasero buscándoles en un descenso que eliminó de la lucha al colombiano.
Rodríguez manejaba perfectamente la versión ofensiva del duo español. Atacó otra vez llegando a Via Salviati y consiguió 10 segundos que casi pierde en la subida corta y explosiva. Justo donde más tuvo que rendir, el catalán veía como un ambicioso y demasiado generoso Nibali le quitaba opciones. Con el italiano, dos estilos. El defensivo de Valverde, tapando los intentos del italiano, y el de Costa, zorro, frío y calculador. En esos kilómetros hubo caídas, ataques en ascenso, descenso y llano. Labor de equipo y dos corredores corriendo para sí mismos con estilos totalmente antagónicos.
Entrando en Florencia la tensión crecía. Apenas quedaban unos miles de metros para terminar una carrera que justifica temporadas e incluso carreras deportivas. El ambicioso quiso dejar de serlo cuando el zorro atacó. Valverde calculó mal, y todo se fue para Portugal bajo lágrimas de alegría, las de Costa, y de tristeza, la de Joaquim Rodríguez. Todos, incluso Urán, caído a unos 8 kilómetros de meta, regalaron una última excepcional de una carrera que ya es historia del ciclismo.
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