Por Dani Sánchez
El Salón de los Quinientos, la estancia más icónica del no menos monumental Palazzo Vecchio de Florencia, en plena Piazza della Signoria, acogerá el próximo viernes por la mañana el Congreso anual de la UCI. Es un acto que sirve en otras ocasiones para retocar la normativa deportiva o confirmar el borrador de calendario mundial para el curso siguiente, pero este año tendrá una relevancia decisiva para el ciclismo en su conjunto. Se plantea la continuidad por una tercera legislatura -y última, según su propio Programa electoral- del irlandés Pat McQuaid, máximo mandatario del ente desde 2005, o el nombramiento de un décimo Presidente para la federación mundial en la figura de Brian Cookson, líder de la Federación Británica durante los últimos diecisiete años.
Dado el mínimo interés que los aspectos directivos de nuestro deporte generan entre el periodismo ciclista español -sólo remediado por los análisis certeros de Fran Reyes en Zona Matxin-, en Cobbles and Hills intentaremos poner, en el espacio más breve posible, a quienes nos leéis en perspectiva: quiénes son exactamente los dos candidatos, qué planes ofrecen en teoría al ciclismo y dónde se decidirá en la práctica esta batalla -el futuro en manos de 42 corbatas- que nos afecta a todos, incluidos los aficionados.
¿Quiénes boxean aquí?
Un arquitecto y regenerador de espacios -difícil encontrar una metáfora mejor para el trabajo que tendría que ejercer Cookson- contra un hombre que ha vivido entre ruedas y cuadros toda su vida: McQuaid fue ciclista, organizador de eventos -Nissan Classic (Irlanda), Langkawi, Filipinas o la Grand Départ del Tour ’98 en Irlanda-, tiene a sus hijos (Andrew, David, Darach) metidos plenamente en el ajo y convertidos en un emporio que abarca incluso la representación de buena parte del pelotón WorldTour. Ambos han librado una campaña fea, de bronca continua, digna de la mejor tradición española, con blogs sembrando cizaña, machacones comunicados de prensa y declaraciones subidas de tono que por momentos parecían olvidar que lo único que se persigue en esta elección es reconstruir un ciclismo que viste prendas ajadas por los tajos de navaja del doping, el enfrentamiento entre estamentos y el descrédito ante la cada vez más pobre audiencia.
Y es que se sabe que el debate no es tanto sobre propuestas -las cuales desmenuzaremos en el siguiente apartado- sino sobre modelos: apostar por el delfín de Hein Verbruggen, uno de los principales responsables de la debacle del ciclismo ante la opinión pública y en cuya corrupción ha caído, como demuestran numerosas evidencias el propio McQuaid, o hacerlo por un candidato de competencia sobradamente demostrada como Cookson, uno de los responsables del auge de British Cycling, pero que ya estuvo en las Comisiones Directiva y de Ruta de la UCI durante largo tiempo sin abrir el pico sobre los vicios de su ahora rival, y al que se le suponen apoyos ‘peligrosos’ -el magnate Igor Makarov, el hombre que mueve los hilos sobre todo lo que lleva ‘ciclismo’ y ‘Rusia’ pintado en su maillot, o David Lappartient, presidente de la UEC y de quien dicen proceden los óleos del lienzo sobre el que pinta Cookson de cara a su elección-.
¿Pero qué proponen?
A pesar de que la auténtica discusión esté en la imagen que pueden aportar uno u otro al ciclismo, no podemos perder la ocasión de acudir a los Programas electorales -en inglés, ‘manifestos’- de McQuaid y Cookson para saber qué tienen pensado -en teoría, sólo en teoría- hacer si consiguen el apoyo mayoritario del Congreso. La impresión general que dejan ambos es que, aunque de fachada intenten aparentar lo contrario, la única familia que realmente les preocupa en esta pelea, el único ciclismo para ellos, es la ruta profesional masculina. En ambos programas hay una sección dedicada al ciclismo femenino, pero sus acciones -aunque sean pequeños gestos- en la práctica les desacreditan: uno no pone interés en que las pruebas femeninas sean emitidas -la crono por equipos del Mundial este pasado domingo, sin ir más lejos- y el otro mira a un lado cuando Gran Bretaña no lleva féminas al Europeo y sólo utiliza cuatro de sus seis plazas para Toscana.
McQuaid rechaza frontalmente la idea de una ‘liga paralela’, mientras que Cookson se muestra abierto a nuevos modelos de calendario -propuesta que casa bastante con lo que propone la Unión Europea de Ciclismo-. Es el británico quien habla en términos explícitos de una Comisión de Verdad y Reconciliación -que llevaría a cabo en los seis primeros meses de su mandato-, idea que McQuaid dibuja de modo difuso -quizás por ser parte del problema-. Ambos coinciden en que los premios, pruebas y difusión televisiva que reciben las féminas deben equipararse a los de los hombres, y también en aumentar los fondos al desarrollo del ciclismo en otros lugares (África, Asia) y en entornos urbanos (como medio de transporte), así como en reforzar la presencia del ciclismo en el Movimiento Olímpico, aunque si McQuaid propone la introducción del BMX Freestyle en el programa, Cookson lo amplía al BTT Eliminator y al DH.
Y como no podría ser de otra forma, ambos quieren independencia sobre la UCI de los organismos que vigilan la lucha contra el dopaje, aunque Cookson es aún más incisivo y crítico con que, en el momento actual, la comisión que vigila estos asuntos esté “en el mismo edificio de la UCI, en el mismo pasillo que el despacho de McQuaid, y cuenta con la ayuda del departamento legal de la UCI”. El presidente de British Cycling anuncia también que hará pública su remuneración y cualquier conflicto de interés que su cargo pueda conllevar con ciertos sectores de la familia ciclista, además de reformar -o tirar abajo- el cometido actual de Global Cycling Promotions, el polémico organizador del Tour de Pekín auspiciado por la UCI, para que apoye en su lugar a los eventos que ya existen por el mundo.
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