Piedras y barro, la sabana de Flandes. El hábitat de un león que se convirtió en rey. Johan Museeuw, el león de Flandes. Un hombre que regresó de la otra vida para continuar su leyenda sobre el adoquín, su leyenda en Ronde van Vlaanderen.

El primer domingo de Abril era la fecha señalada en el calendario. El león acechaba a su presa. Un auténtico devorador de muros, Museeuw dominó la década de los 90 en De Ronde, ostentando, aún, el récord de pódiums en el Monumento flamenco. A pesar de ello, una espina no se pudo sacar de su carrera fetiche, el ansiado cuarto triunfo que le hubiera ascendido al primer escalón histórico del Tour de Flandes. Sus tres triunfos le empatan junto a sus compatriotas Achiel Buysse, Eric Leman y al italiano Fiorenzo Magni, un empate que no existiría de no ser por su error en el sprint de 1994.

Museeuw 1995

Sprinter en sus inicios, reconvertido a clásicomano después, su unión a Patrick Leveferé lanzó su carrera profesional. Vestido con los colores nacionales en su maillot del GB-MG Maglificio, 1993 vivió su primer zarpazo en Meerbeke. Pasando a la ofensiva, tan sólo el holandés Frans Maassen pudo aguantar el ritmo de Museeuw, que, en la recta de meta, sucumbió ante la punta de velocidad del belga. La victoria en De Ronde fue su consagración como clásicomano, una victoria que cambio su futuro.

Defendiendo la victoria conseguida la temporada anterior, la edición de 1994 marcó el segundo tomo de la relación amor-odio de Johan con el Tour de Flandes. Dos italianos y dos belgas se jugaron la victoria en la recta de Meerbeke. Bugno, Ballerini, Tchmil y Museeuw eran los protagonistas. Lanzado el sprint, el león de Flandes midió mal la distancia y acabó sucumbiendo ante Bugno por una escasísima diferencia.

El odio dio paso a la gloria. Cumpliendo su papel de favorito en una exhibición ante todos sus rivales, cruzó la meta en solitario con una ventaja de 1´27” sobre sus más inmediatos perseguidores. De nuevo, el muro de Brakel llevó el sello de la victoria. Pero un año después, el infortunio apareció otra vez. Un fallo mecánico le impidió seguir a Michele Bartoli, a la postre vencedor, teniendo que contentarse con la tercera posición.

Tras ganar el Campeonato del Mundo en Lugano, la maldición del arco iris no perdonó a Museeuw en De Ronde. Instantes antes de llegar a la ascensión de Berendries, el suizo Bruno Boscardin se fue al suelo llevándose consigo a nuestro protagonista. El enredo posterior de las bicicletas le hizo perder definitivamente la carrera, una carrera que acabó llevándose Rolf Sorensen.

Pero llegó 1998. Fue la victoria más grande de toda su trayectoria deportiva. Con caída incluida e infiltrado por sus dolores en la espalda, el león volvió a pegar el zarpazo en Brakel. Ni los Bartoli, Tchmil o Sorensen pudieron hacer frente al dominio absoluto de Museeuw. Sometiendo a los muros en una clase de fuerza y potencia se alzó con su tercer triunfo en De Ronde. Caminaba hacia la historia.

Museeuw 1998

Una semana después llegó la tragedia. El bosque de Wallers-Arenberg, en plena París-Roubaix fue el escenario. El amado adoquín se convirtió en el enemigo. Una caída, de las muchas que hubo en el sector, acabó con el belga en el suelo. Su rótula izquierda estaba destrozada, su carrera en serio peligro. Todo se complicó con una infección. Los médicos pensaron seriamente en la amputación. Parecía el final para el león de Flandes, pero el león siguió con su corazón indomable.

Regresó a De Ronde para seguir forjando su leyenda con un tercer puesto que le supo a gloria. Supo que, después del accidente, volvería a disputar la victoria. Así, el viejo león subiría de nuevo al cajón en 2002, tras finalizar segundo por detrás de Andrea Tafi.

En 2004 y tras 16 años de profesional puso fin a su carrera pasando el testigo a un Tom Boonen que venía pisando fuerte. Sus palabras pasaron al recuerdo: “Sólo quiero que se me recuerde como un hombre que luchó contra la desgracia y que recuperó su mejor nivel después de una operación de rodilla y 20 días en coma”

Con tinta de oro escribió su historia Johan Museeuw en Ronde van Vlaanderen, donde los adoquinados muros de Flandes elevaron su nombre a los altares del ciclismo y al corazón de los aficionados flamencos.