Conocíamos, por lo que contó Gregor Brown a principios de temporada, la gran historia de Daniel Teklehaimanot, el primer ciclista del África negra en correr como profesional en la máxima categoría del ciclismo mundial, también el primero en debutar en una carrera de tres semanas en esta Vuelta a España. Por ello fue un honor que Daniel, un joven tímido y educado al que todavía le cuesta expresarse en inglés, nos dedicara unos minutos antes de la salida de Barakaldo.
Nacido en 1988 en Debarwa, una pequeña ciudad en el centro de Eritrea que vive básicamente del comercio, Teklehaimanot está causando sensación en la Vuelta no sólo por su exotismo, si no también por su tremenda planta: una figura esbelta de más de 190 centímetros coronada con un modesto peinado a lo afro que le dota de un aspecto más propio de un base de la NBA que no de un ciclista profesional. Un físico imponente sin casi precedentes en el ciclismo profesional, algo que abre el abanico de posibilidades para un ciclista con toda su carrera por delante. Le preguntamos a él mismo qué tipo de terreno es el que prefiere: “las subidas me gustan mucho más que las etapas llanas”. Lo demostró en la Vuelta a Polonia, dónde lideró la clasificación de la montaña varios días, aunque aquello no eran puertos, más bien repechos.
Mentaliad de niño, cuerpo de hombre
En todo caso, le falta para poder demostrarlo en un nivel superior como el de la Vuelta, dónde de momento se le ha visto mejor en el llano, preparando los sprints a Allan Davis dentró del poderoso tren de lanzadores del Orica-GreenEdge. Neil Stephens, su director deportivo, dice que está aquí para aprender: “su potencial es muy alto, pero es un ciclista por hacer, todavía está muy verde y tiene que mejorar muchas cosas”, y para ello, dice Stephens, la mejor manera es “haciendo un poco de todo: en las etapas llanas ayudando a preparar el sprint, algún día intentando estar con los escaladores y otros, porqué no, probar suerte en la escapada y a ver hasta dónde llega”. El director australiano es elocuente a la hora de definirle, “es como meter la mentalidad y la falta de experiencia de un niño en el cuerpo de un hombre”, y advierte que de su capacidad de aprendizaje a la vida de un ciclista profesional en Europa dependerá hasta dónde llegue: “tiene que tomar nota de todo lo que le decimos desde los directores hasta los auxiliares”. Daniel asiente, está aquí para hacer lo que le diga el equipo y admite que espera “poder brillar algún día, quizá en una fuga”.
El día que lo consiga a buen seguro que en su país se enterarán de su aventura. Dice Teklehaimanot que hay varios canales de televisión en Eritrea que retransmiten todas las carreras importantes, algo que no debe sorprender, pues el ciclismo es allí, junto con el fútbol y la tardía explosión del atletismo, el deporte más popular desde que los italianos lo trajeron en su época de colonización previa a la Segunda Guerra Mundial. “Las carreras de allí también son muy populares y tienen una buena organización, aunque no tengan nada que ver con las de Europa”, afirma Teklehaimanot, que este año fue campeón nacional tanto en ruta como en contrarreloj y que todavía pasa épocas en su país entrenando, algo que le encanta y dónde puede aprovecharse de las ventajas de la altitud.
No es una novedad para él vivir en Europa, pues pasó varias épocas en los últimos cuatro años viviendo en el Centro Mundial del Ciclismo situado en Suiza -“un gran aprendizaje”-, dentro del programa que la UCI tiene para desarrollar talentos en aquellos países con menos infraestructuras para el deporte de la bicicleta, pero sí su primera temporada completa en Europa, una transición que en su equipo han procurado facilitar alojándole en casa de Pietro Scampini, un apasionado del ciclismo que ya hospedó a Cadel Evans cuando esté llegó de Australia hace diez años.
Las opiniones de Stephens cuadran perfectamente con la preocupación del Orica-GreenEdge por la adaptación de Teklehaimanot a la vida europea. El director australiano cuenta que su principal diferencia con el resto de ciclistas es la mentalidad, mucho más relajada de lo habitual. A lo que sí se ha adaptado perfectamente es a la convivencia con el equipo durante las competiciones: “es muy buen chico, parece tímido pero le gusta hablar y cae bien a todo el mundo”, dice Stephens, que compara la manera de hacer del joven eritreo con la típica de los ciclistas colombianos, “son muy tranquilos, parece que nunca les pase nada, se ve que vienen de un país dónde no tienen mucho estrés pero la vida, sobretodo en el deporte de élite, muchas veces es estresante”.
¿Un pionero?
La comparación con los colombianos puede no ser gratuita, también ellos fueron unos extraños hasta los años ochenta, hasta que un grupo de pioneros liderado por los míticos Fabio Parra y Lucho Herrera les llevó hasta brillar en el Tour de Francia. ¿Puede Teklehaimanot ser un pionero a su manera en África? Él trata de desmitificar esa visión.
-“¡Muchos periodistas dicen eso, pero ya ha habido varios ciclistas sudafricanos compitiendo en Europa, y que yo sepa Sudáfrica está en África!”
- Bueno, pues digamos que puedes ser un pionero para los ciclistas africanos de los países cercanos al tuyo…
-“Si mi ejemplo puede servir para inspirar a otros ciclistas africanos, me alegraré. Espero que haya más que puedan seguir mi camino y disponer de las oportunidades que a mí se me han dado”
De momento, como bien nos apunta el propio Daniel hay cuatro de sus compatriotas compitiendo estos días en la Volta a Portugal (corren en el equipo sudafricano MTN-Qhubeka) y otro de sus paisanos, el campeón africano Natnael Berhane, ya vive en Francia y acaba de fichar por el Europcar. Quién sabe a dónde les llevará su aventura en el futuro y si llegarán más por detrás, pero cuando alguno de ellos aparezca por las primeras páginas de los periódicos, valdrá la pena recordar que ese camino hacia la gloria lo empezó a recorrer Daniel Teklehaimanot en esta Vuelta.
#brindoporeso