Aunque no es la París-Roubaix o el Tour de Flandes, la Liège-Bastogne-Liège nunca ha sido territorio propicio para los ciclistas españoles. El primer podio en la prueba no llegó hasta el año 2000, cuando David Etxebarria (Abadiño, 1973) fue segundo al sprint por detrás de Paolo Bettini. El protagonista de esta efeméride, en la actualidad director del equipo amateur Koplad-Uni2, habló con Cobbles & Hills. Etxebarria tiene además un tercer puesto en La Doyenne de 2001 y un sexto en 2005, tres de los resultados más destacados de su carrera deportiva. Hay pocas voces tan autorizadas como la suya para hablar del cuarto Monumento de la primavera ciclista.

¿Cómo va la experiencia de ser director en el Koplad-Uni2?

Bien. El equipo es muy joven, con un presupuesto pequeño, uno de los equipos modestos del País Vasco y Navarra. Estoy aprendiendo a llevar grupos y enseñándoles mi forma de ver el ciclismo. Ya es el tercer año y la experiencia es enriquecedora.

¿Qué es lo más importante para entrenar a ciclistas tan jóvenes?

Sobre todo enseñarles que en carrera lo más importante es pensar. No sólo andar más o menos sino tener la capacidad de leer lo que está pasando en carrera, por qué está pasando y las reacciones que deben tener ellos. Les intento inculcar que no sólo es el director el que tiene que pensar, que ellos mismos tienen que tomar decisiones en carrera y tienen que aprender a tomar esas decisiones y por qué los demás equipos están ejecutando diferentes tácticas. Esa es la visión que tengo yo sobre qué es lo que hay que enseñar al ciclista amateur.

¿Crees que esto es lo que les falta a los ciclistas en la actualidad? Esta capacidad de análisis de la situación de carrera, de actuar por libre.

Hombre, los pinganillos los están quitando por eso: decían que los ciclistas no pensaban y que hacían lo que les decía el director. Yo estoy totalmente en desacuerdo con esa razón para quitar el pinganillo. Yo veo que los corredores se equivocan mucho y les tienes que explicar, una vez que ya han pasado, los errores que han cometido. Con el pinganillo es mucho más fácil corregirles los errores y explicarles luego por qué les has mandado una cosa u otra. Lo que hay que hacer es antes, en las reuniones, decirles lo que puede pasar y que luego ellos tomen las decisiones. Y, sobre todo, cuando cometen errores, decirles por qué un equipo ha hecho una cosa y que eso es lo que tienen que ver en carrera. Al menos eso es lo que intento inculcarles.

Cuando te retiraste como corredor, estuviste un tiempo apartado del ciclismo. ¿En qué momento y por qué te entraron ganas de volver a este mundillo?

No fue una salida del ciclismo como me hubiese gustado a mí. Yo quería haber hecho mi último año despidiéndome de mi carrera profesional y no pudo ser, por diferentes razones. Acabé un poco hastiado y durante los dos primeros años necesitaba desintoxicarme: me apunté a un equipo de fútbol, me metí en otros deportes. Pero al final recuerdas lo que te gusta y que has sido un privilegiado por poder vivir de toda esta historia. Primero me metí de organizador de la Bizkaiko Bira y luego surgió lo de poder meterme de director y es un mundo en el que me siento realizado. Estamos en eso e intentamos ir paso a paso.

Entonces te vamos a ver en torno al ciclismo durante muchos años.

Sí, eso espero. La verdad es que no es un buen momento para ninguna fase en ningun sector laboral. En el ciclismo también se está notando la crisis y está difícil la situación. Pero siempre he pensado que hay que luchar por lo que uno quiere. En su momento decidí ser director profesional o director amateur con un equipo potente y en eso estamos.

Yendo a tu carrera ciclista, uno de los nombres que es inevitable mencionar es el de Manolo Sáiz. Ahora que han pasado unos años para valorarlo con calma, ¿cómo ha sido tu relación con él a través de los años? Porque desde fuera siempre parece un poco complicado estar con él.

Yo con Manolo he pasado diferentes fases. Yo reconozco que siempre fui el ojito derecho de Manolo mientras estaba con él. Luego tuve una fase en la que no tuve una buena relación con él, pero al final volví con él y acabé con buena relación. Ahora me llevo muy bien con él. Cuando van pasando los años, tu carrera deportiva va cambiando, tu forma de pensar también y vas madurando. Una vez que ya ha concluido tu carrera deportiva, piensas en lo que has hecho, con quién has estado, con quién has aprendido más. Y yendo a toda mi carrera deportiva sí que ves que con quién más has aprendido y quien más te ha enseñado ha sido Manolo. Soy de la forma de pensar que tenía él: no pensar en lo que hacen los demás, sino tomar tus propias decisiones en carrera. Él tenía una manera de pensar muy particular que a mucha gente puede que no le guste, pero que influyó en mi forma de ver el ciclismo. Es normal que mi relación con él sea más estrecha que con otros directores que he tenido.

¿Nunca pensaste, siendo un ciclista que brillaba en carreras de un día, en salir a un equipo extranjero?

Sí, hubo la oportunidad de marcharme a un equipo extranjero. Pero en los primeros seis años que estuve con Manolo estuve muy bien. Luego tuve la opción de salir de España, pero salió la oportunidad de irme al equipo de casa, en Euskadi, y valoras todo. Una vez que acaba la carrera profesional piensas: “me habría gustado correr un Giro”. Por el recorrido y tal se habría ajustado a mis características. Pero correr el Giro era sacrificar las clásicas y allí me sentía muy cómodo. Viendo mi carrera deportiva, no me arrepiento nunca de las decisiones que tomé.

¿Qué es lo primero que piensas cuando oyes algo sobre la Liège-Bastogne-Liège?

Quitando las victorias del Tour, es la carrera con la que se asocian mis mejores recuerdos deportivos. Por ambiente, por sensación de cómo viven los belgas y los holandeses, por toda esta zona de Europa, el ciclismo. Es muy especial. Aun no habiéndola ganado, sí que es una carrera que me podría haber llevado. Hubo un año, cuando hice tercero más que cuando hice segundo, en el que tenía la carrera en las piernas, y diferentes circunstancias hicieron que no la ganara. Cada vez que veo esa carrera noto que la siento muy mía. Es un recorrido muy parecido a la zona de Euskadi, con repechos duros y cortos, y cada vez que la veo me traslado a hace diez años atrás.

Te quería preguntar por estas dos ediciones. Fueron consecutivas: en 2000 fuiste segundo y en 2001, tercero. ¿Cómo las recuerdas?

Hubo un año, no recuerdo si el ’99 o el ’98, que fui 28º y noté que tenía algo que hacer en esa carrera. El año en que hice segundo, no fue una carrera en la que yo pensase que podía disputar la victoria. Era el segundo espada del equipo; Jalabert tenía que jugarse la carrera con Bartoli. Diferentes movimientos tácticos hicieron que yo entrase en la pelea. Te pones a pensar cuando acaba el año, o tu vida deportiva, y piensas que hiciste cosas mal. Sobre todo, es hasta mítico ya, el sprint que hice agarrado de las manetas, un fallo táctico de juvenil. En ese momento no llegas a pensarlo. Te equivocas. Yo recuerdo que llegué a meta y estaba alucinando porque había hecho segundo en una de las clásicas que veía por la tele y lo primero que recibí fue una bronca increíble de Manolo. Son cosas que luego te marcan, porque sí, has hecho algo grande, pero tienes que aprender de los fallos que has cometido.

¿Qué crees que hace falta para que la Lieja y estas carreras tengan más repercusión en nuestro país?

Es imposible. Está claro que es imposible. Sólo hay que ver a Freire: tres veces campeón del mundo, debería ser un icono del deporte estatal y no lo es. Todos consideramos que es un grandísimo corredor pero no es primeras portadas de muchos periódicos, por ejemplo, si hace un segundo o un tercero o hasta gana una Milano-Sanremo. Es un corredor al que todo el mundo admira pero que no es primera página. Aquí, primeras páginas de la prensa deportiva, es si ganas un Tour o un Giro. No se considera una clásica, o uno de los monumentos, que sólo hay cinco, como merecedora de una primera página. Es imposible, lo tenemos que aceptar y convivir con ello. No hay que darle muchas más vueltas.

Aunque un recorrido ha cambiado desde que tú corrías, ¿cuál es el momento clave de la carrera o qué es lo que tiene que tener en mente un ciclista que aspire a ganarla?

Sobre todo en la Lieja hay que dividirla en tres pedazos. El primero, en un pueblo del que no recuerdo el nombre, en la zona de Stockeau, que se suben tres o cuatro repechos seguidos, tienes que estar muy bien posicionado. El pelotón pasa de 180 a 100 u 80 corredores. Luego, La Redoute. En mi época ciclista o en los años anteriores se tomaba como un punto importante, pero ya desde mis años es más nombre que otra cosa: no se arrancaba desde ahí. Después de La Redoute sí se pueden ver movimientos tácticos. Y luego la zona que han metido nueva sí que es el momento clave. Ya se ha visto que se puede arrancar y que se puede ganar, como hizo Andy [Schleck]. El que quiera ganar, tiene que estar delante ahí. Cuando Vinokourov y Andy ganaron, fue desde allí. Si por lo que sea no se ha hecho la carrera ahí, está claro que los corredores más fuertes se impondrán en Saint Nicholas. Son 260 kilómetros y ahí ya no hay mucho secreto: si puedes vas para adelante y si no, no.

¿Crees que ha cambiado la forma de correr la carrera en los últimos años? A veces la gente se queja un poco de que no hay muchos ataques y de que todo el mundo está a la expectativa.

Hombre, te pones a pensar y yo no recuerdo ningún ataque de estos en mis tiempos. Quizá Bartoli cuando llegó con un minuto de ventaja, pero fue bastante similar a la victoria de Andy. En el ’99 ganó Vandenbroucke arrancando en Saint Nicholas y también hemos visto a Gilbert arrancar ahí y ganar. Al final han pasado quince años y tampoco veo tantas diferencias. Ahora es un poco más exigente por el nuevo recorrido. Creo que es más que la gente identifica la Lieja a la historia de que llegó Hinault con cuatro minutos y eso pasó hace mucho ya.

¿Cómo ves a los favoritos para esta edición?

Teniendo en cuenta que aunque Gilbert parece que va un poco mejor, no creo que sea el máximo favorito. La pena es que Samu no llegue, que por lo que sé no la va a correr. Uno de los favoritos evidentemente es Joaquim Rodríguez. Ha estado muy bien en País Vasco y es un corredor que puede ganar perfectamente. A Sagan todavía no le veo ganando una Lieja, luego seguro que me cierra la boca. Creo que le faltan todavía dos o tres años. Está complicado, no es como el año pasado, que se veía a Gilbert bastante claro. De la gente joven que hay el que más me gusta para la Lieja es Rigoberto Urán, pero tampoco lo veo claro favorito, sino como una sorpresa que no sería tanta sorpresa.

¿Que Gilbert llegue peor que el año pasado va a hacer que la carrera sea más abierta?

Seguro. No sorprendería una llegada como la de Vinokourov y Kolobnev, que arrancaron de lejos, se quedaron mirando los de atrás… No me sorprendería nada, o la victoria de un corredor como Urán, que está muy bien, que el año pasado estuvo adelante en la carrera pero que no es el máximo favorito. Es mucho más difícil que haya un control férreo de un equipo. Lo que está claro es que la Flecha Valona va a decidir mucho: es una carrera en la que todos miran quién está bien y quién no está bien. Eso va a definir quien va a coger la responsabilidad en la Lieja.

Por último, ¿cuál es el momento que recuerdas con más cariño de tu trayectoria profesional? ¿Qué es lo que no conseguiste y que más te habría gustado lograr?

El momento más especial probablemente para la gente sea desconocido. Fue una llegada en Gijón, en la Vuelta a los Valles Mineros, una carrera que ya ni se hace, en la que nos escapamos Jalabert y yo y llegamos los dos solos tras 120 kilómetros escapados. Que un corredor que fue tu ídolo, faltando cien metros, te diga que ganas tú, te ceda la victoria y tener una foto en casa de esa victoria con los dos solos… fue especial. Era mi ídolo. Yo veía a Jalabert como si fuera un mito. Luego me hubiera gustado ganar un País Vasco o una Lieja, pero realmente me quedé con las ganas de correr unos Juegos Olímpicos. Tenía piernas para haber corrido algunas pero por unas circunstancias u otras no pude. La pena es no haber participado en los Juegos.