¡Hola de nuevo!
Acabo de pasar una Semana Santa llena de emociones, muy intensa, con entrenamientos que dan casi para escribir un libro…¡entendiendo el ciclismo como una forma de vida!
Este “stage” comenzó el miércoles cuando vino mi amigo Jesús Hernández a hacerme una visita a El Arenal. Estaba deseando que llegara para enseñarle la grandeza de la Sierra de Gredos, aunque en principio el tiempo no nos iba a acompañar para ello.
Ese día nos cargamos de moral y nos adentramos en esa niebla que moja, como el que va en busca de Mordor, sin ver más allá de 50 metros, mientras yo le iba contando por donde íbamos y el se lo iba imaginando…seguíamos subiendo por una carretera que suelo usar mucho para evitar el tráfico del Puerto el Pico, soñando con que arriba del puerto aclarase el día ya que la niebla era cada vez más densa y las gotas empezaban a notarse más densas en nuestros flacos brazos de ciclista…pero no, llegamos arriba, y tuvimos que deshacer nuestros pasos porque no había ni rastro del sol.
Bajamos el puerto, tragando agua y con mucho frío. La verdad es que me quedé helado pero aún el entrenamiento ni siquiera había empezado…¡tocaban series! Así que nos fuimos a la Centenera que está al lado de mi casa para empezar con ellas y dejar de jugar a hombres del tiempo…y en todas se repetía la misma historia: empezaba congelado después de la bajada anterior, ¡y poco a poco me iba creciendo hasta que acababa bien calentito!
Completada la jornada en el Bkool ya tocaba pensar en la ruta del jueves mirando previsiones del tiempo y especulando sobre la dirección del viento, el color de las nubes…ya veis que a este paso nos convertimos en expertos meteorológicos aunque tengamos que seguir aprendiendo consejos, como el de “cuando creas que has pasado una tormenta, de vez en cuando mira hacia atrás no vaya a ser que te siga” que es lo que nos pasó al día siguiente.
Amaneció gris y desapacible, así que nos montamos en el Bkool de nuevo a esperar acontecimientos, hasta que nos armamos de valor con 1h30 hechas y nos fuimos al “llano”, ese terreno que no es muy habitual cerca de mi pueblo, El Arenal, ya que hay que bajar un puerto de 9km y luego otro de 3km. Nos pusimos a hacer los sprints, y cuando llevábamos 10, la mitad, y nos vamos a dar la vuelta…¡toma! Aire de cara con ventiscas incluidas. Ya decíamos que por qué llevábamos media de 37…así que tocó pasar un mal rato pensando que nos quedaba 1h30 hasta casa con los postres finales que antes bajamos y luchando contra los pronósticos fallidos que habíamos hecho. Por suerte sólo nos siguió una nube y a los 20 minutos ya estábamos otra vez viendo el sol en la Andalucía de Ávila.
Sin embargo el día más épico de todos fue el sábado ya que queríamos hacer 6 horas y en teoría el tiempo iba a mejorar pero las nubes estaban perezosas y no querían moverse de las montañas. Calentamos en el rodillo porque tocaba salir hacia arriba, con la Centenera “de pito”. La cosa se puso seria desde el principio porque arriba estaba nevando y yo dudé si seguir, le pregunté a Jesús, y me dijo “por supuesto” así que hacia la boca del lobo que nos fuimos. El GPS ni cogía señal y la gente en las cunetas jugando con la nieve en lo alto del puerto El Pico nos miraba extrañados…
Tras los dos primeros puertos parece que la cosa mejoró y en la cara norte de la Sierra de Gredos estaba más despejado lo que nos dio más moral para seguir a buen ritmo hacia el siguiente objetivo, Mijares, que empecé a “balón parado” también porque pinché bajando el puerto de los Aguilones. En seguida entré en calor ya que tocaba hacer otra serie persiguiendo a Jesús que había tomado ventaja y adentrándome en la niebla de nuevo la cosa empezó a ser épica y nosotros disfrutando como si fuésemos gladiadores de la bici.
La bajada de Mijares empezó siendo peligrosa pero pronto empezamos de nuevo a ver el sol a lo lejos y hacia allí fuimos para subir el interminable Pedro Bernardo. De nuevo otra serie en la que me veía bastante bien así que la alargué casi todo el puerto y ese fue el primer error, “calentarme” demasiado, y encima sin quitarme el chubasquero hasta casi el final. Cuando me dí cuenta había quemado demasiadas naves , había bebido poco y había sudado demasiado así que bajando Serranillos paré a llenar los dos bidones pero ya no hubo forma de recuperarse. Lo único que pude hacer fue bajar el ritmo y seguir a marcheta hasta casa con aún dos puertos, El Pico y la Centenera, que con un 23 creo que hice 7km de subida y tiene 5km, ¡con eso os lo digo todo!
Llegué a casa jodido pero contento, con 160km en 6h, más de 5000kcal gastadas y 3700m ascendidos para cambiarme rápidamente que tocaba sesión de fotos con algunos de los integrantes de la Peña Ciclista con la nueva ropa del Super Froiz que me siguen animando día a día =)
¡Muy pronto os contaré la segunda parte del “stage” y como viví la espectacular Paris Roubaix!
¡Un saludo a todos!