La disputa de la Omloop marcó el comienzo de la temporada de las grandes clásicas del ciclismo. Carrera históricas, con un sinfín de ediciones por detrás muchas de ellas consideradas legendarias siendo un “club” casi cerrado a la que pocas, por no decir sólo una, se ha sumado al calendario en los últimos años. La novata en cuestión es la Strade Bianche, creada y desarrollada por la organizadora del Giro de Italia, RCS Sport. La pregunta que se hicieron fue fácil, ¿cómo hacer una prueba moderna y convertirla en clásica? La respuesta, contundente.
Pese a sus sólo seis años de existencia, la Strade Bianche se ha convertido en una de las clásicas más apreciadas tantos por los ciclistas como por los propios aficionados. Creada a partir de la nostalgia, el recuerdo de épocas de épica y ciclismo clásico, la prueba recuerda el paso de los ciclistas por los caminos sin asfaltar que recorren de arriba abajo y de izquierda a derecha la bella y única Toscana italiana. La marcha cicloturista de la Eroica fue el eje central en que se fundamentó para su creación. Una vez al año, cicloturistas y amantes de la bicicleta se reúnen en una cita única que hace recordar los inicios del ciclismo. RCS Sport cita al ciclismo moderno con sus predecesores. Los blancos caminos -más conocidos como el sterrato- son los grandes protagonistas que marcan el devenir de una prueba que finaliza en uno de los lugares más pintorescos de Italia, la Piazza del Campo de Siena, ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Historia, cultura y deporte unidos para un mismo fin: hacer grande a la Strade Bianche. El potencial de la prueba así lo demuestra. En tan sólo seis ediciones, la flor y nata del ciclismo comienza a reunirse en una cita donde sólo los problemas logísticos no hacen posible que su crecimiento haya sido más rápido. Los estrechos caminos toscanos sólo dejan -por el momento- la participación de catorce equipos. Su talón de Aquiles. Una caravana completa con sus veinte equipos es inviable hoy en día simplemente por una razón: cuestión de espacio. Mientras que la organización no logre superar este difícil obstáculo, la prueba no podrá llegar a lo más alto del ciclismo -en cuanto a categoría se refiere-.
Innegable mientras tanto es el auge de la misma. La simbiosis creada entre el sterrato y las colinas toscanas da como resultado un escenario que no se repite a lo largo del calendario mundial. Tan sólo el propio Giro de Italia con la introducción de tramos de sterrato en etapas en las dos últimas temporadas ha logrado recrear el sentimiento que se produce al transitar por los parajes de la región transalpina. Sin lugar a dudas, la Strade Bianche se ha convertido en la flor que emerge en una primavera clásica logrando poner un sello único estando llamada a convertirse en una de las grandes citas de la temporada de clásicas.