Tras irrumpir como un elefante en una cacharrería en el Giro ’11, la trayectoria de Steven Kruijswijk (Belkin Pro Cycling) se ha desarrollado en la más absoluta mediocridad, provocando que las expectativas generadas en torno a su futuro como vueltómano se hayan esfumado carrera a carrera desde entonces. Ni un solo triunfo en más de tres años resulta un bagaje casi inaceptable para un ciclista que, al menos un tiempo atrás, se le presumía como futurible líder de cara a pruebas de tres semanas. De modo que el triunfo labrado en el Arctic Tour of Norway le ha sobrevenido como un bálsamo en la herida abierta de su confianza, la de sus valedores y la afición ciclista en general.

El neerlandés posiblemente no fue el mayor protagonista durante los cuatro días de travesía por encima del círculo polar ártico. Tampoco fue el ciclista más valiente, ni el más espectacular. No ganó parcial alguno y ni siquiera atacó, pero fue el más regular. Le bastó tener las fuerzas necesarias para salir a las ruedas adecuadas en los días clave: la llegada al cabo Norte -erróneamente conocido como el punto más septentrional de Europa continental- y a la cima de Kvænangsfjellet.

El primer día, tampoco pudo demarrar aunque hubiese querido. Era el turno de su compañero Lars-Petter Nordhaug, quien tras haber encendido la mecha con fuerte ritmo de Nick van der Lijke en Vestfjordfjellet, puso tierra de por medio junto a Simon Spilak (Katusha). En cualquier caso, el dúo cabecero no se entendió en un primer momento, y su aventura solo sirvió para desmigar el pelotón en decenas de grupos, el primer de ellos con una docena de ciclistas. Allí fue donde se integró el noruego-no el esloveno, pero eso lo contaremos más adelante-, tomando aire en cola del pelotón al tiempo que sus coequipiers Jonathan Hivert y Kruijswijk marcaban el tempo junto con Martin Elmiger (IAM Cycling). Un par de kilómetros de asueto que no desaprovechó, atacando de nuevo al filo del triángulo rojo, esta vez de forma definitiva. El centenar de metros que endosó a Davide Villella (Cannondale) y el propio Kruijswijk fueron suficientes para vencer en solitario a la orilla del espectacular promontorio ártico.

Tras más de tres años, Kruijswijk logró una victoria / Foto: © ARN/P.Perreve

Tras más de tres años, Kruijswijk logró una victoria / Foto: © ARN/P.Perreve

Dominio inicial de Belkin Pro Cycling, que junto con el equipo Katusha iban a monopolizar las victorias y el control de la carrera casi por completo. Y es que mientras unos lograban una etapa, la general y metían a un segundo corredor en el podio, los otros se guardaban en el zurrón los tres parciales siguientes. Dos de ellas con Alexander Kristoff (Katusha), que eleva hasta trece la cifra de victorias en la presente campaña en las dos metas al sprint que se encontró por delante. El viernes, aprovechando un trabajo excelente de Sven Erik Bystrøm, dejó sin ningún tipo de respuesta a un Marcel Kittel (Giant – Shimano) que únicamente pudo ser cuarto; mientras que en el cierre dominical se permitió incluso el lujo de poner contra las cuerdas el liderato de Kruijswijk, chafando al mismo tiempo la despedida de las dos ruedas de Thor Hushovd (BMC Racing), quien posiblemente se retire hoy tras quince temporadas en la élite.

No obstante, el desenlace importante de cara a la general llegó en el tercer día de competición. Final en alto en un puerto de tercera, tendido pero de cierta distancia., en el que Kruijswijk se pudo al fin redimir. Tras una serie de movimiento de ciclistas de segunda fila, un Spilak con más de cuarenta segundos perdidos en la general por haberse descolgado en el cabo Norte intentando reintegrar a Kristoff en cabeza, saltaba a falta de cinco kilómetros de coronar. Una apuesta, como poco, por el triunfo parcial. Y decimos como poco, porque Nordhaug no dio en ningún momento muestras de poder aferrarse a su rueda. Falto de frescura, se tenía que conformar con vigilar el pelotón, siendo Kruijswijk el pegamento que se adosó a la rueda de Spilak.

A partir de entonces, no hubo mayor desenlace. El de Nuenen se conformaba con mantener la rueda del pupilo de Ekimov, que fue más listo pare ceder el testigo a su rival en los últimos metros y poder superarle en el cara a cara. Sin embargo, Kruijswijk tomaría un maillot azul que como ya hemos comentado, fue capaz de aguantar en Tromso. Un maillot totalmente necesario para reivindicar su futuro.