“Hoy empieza mi segunda etapa” declaraba a la televisión austriaca tras finalizar la etapa. No era para menos. Catorce meses de ausencia, catorce meses para pensar en sus pecados y buscar la redención. Surgió de la oscuridad. La redención no pasó por su primera temporada de nuevo en competición, costó más. Año y medio después de su regreso alcanzaba de nuevo la gloria. Danilo Di Luca logró recordar cómo se saboreaban los triunfos. El dulce sabor de la victoria llegó tres años después.

La controvertida noticia de su vuelta saltó al comienzo de 2011. Desde su intención de no percibir cantidad alguna en forma de nómina a los movimientos que tuvo que realizar Katusha para hacerle hueco en la plantilla. Todo gracias a una persona, el padre Marco Pozza. Su regreso no fue casualidad, casualidad fue el encuentro entre Pozza y el abogado de Di Luca en un tren tal y como relató a Alain Laiseka en una entrevista en Deia en los prolegómenos de la Vuelta al País Vasco en 2011. Él, tifossi del ciclista de los Abruzzos, le sentó delante de quinientos niños. Allí, enfrente de la mirada más crítica, hablaron de los errores, de los pecados y el perdón. Buscaba la redención.

La falta de ritmo de competición nos dejó sin ver al mejor Di Luca. Pese al buen debut en la Challenge de Mallorca –séptimo en Inca y octavo en Deia- no acabó por explotar. Buenas actuaciones en Tirreno-Adriático –quinto en el muro de Chieti, cuarto en Castelraimondo- pero su paso sin gloria por Ardenas y Giro de Italia inclinaron la balanza hacía una grisácea temporada. Compartir equipo con Joaquín Rodríguez y Dani Moreno no era el mejor camino en su regreso.

Abandonó Katusha por la puerta de atrás. Rumorología y mentideros. Acabó firmando por el equipo de casa, el equipo de los Abruzzos. Once años se reencontraba con Acqua&Sapone. Paso atrás en cuanto a categoría, paso adelante en liderazgo. Junto a otro veterano como Stefano Garzelli y una joven promesa como Carlos Betancurt capitanearía a un equipo en horas bajas tras quedarse fuera del Giro de Italia.

El comienzo fue esperanzador. De nuevo la Tirreno-Adriático veía una muestra del mejor Di Luca. Acarició de nuevo el triunfo en Chieti –cuarto- y fue tercero en Offida. Mismo caso en la Settimana Internazionale. Un segundo y un tercer puesto para ser décimo en la general. Cerraba con un gris Trentino y un abandono en Dunkerque el primer bloque de la temporada. Sin Giro, la segunda mitad de competición tomaría protagonismo. En Eslovenia demostró regresar a un buen nivel. Nivel que confirmó en los nacionales. Solamente un intratable Franco Pellizotti le privó de la tricolore.

Sufrimiento camino de la gloria / Foto (c) GEPA

Mientras el Tour acapara protagonismo, Austria fue su destino. A la sombra de la Grande Bouclé encontró su gloria. El final en el temible Kitzbühel Horn -10 kilómetros con media superior al 12%- le devolvió la sonrisa. Sin demarrar, un ataque a base de ritmo le dejó en solitario. Sufrimiento ante la acometida de las rampas del coloso alpino para llegar a la meta con escaso margen sobre Steve Morabito. El deleite de un corredor de raza, un ganador al que la victoria le había esquivado. Un nuevo día, un nuevo horizonte se abre ante Danilo Di Luca. El empuje, la serenidad que da una victoria para afrontar un segundo tramo de la temporada que se cierne como la primavera. El cambio ha llegado definitivamente.