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Tras el bonito final de Málaga ayer, se habían generado durante toda la mañana unas expectativas altas para la etapa de hoy de esta Vuelta a España, con llegada en Valdepeñas de Jaén. Al inicio de la retransmisión de Televisión Española se pudieron ver unas imágenes de la cuesta, de menos de un kilómetro de longitud, en la que el pelotón se disputaría la llegada, y la cosa no podía pintar mejor. Pese a contar con rampas durísimas, el alto no era tan extremo como para que los ciclistas se arrastrasen de lado a lado del asfalto para subir; el único defecto para la práctica ciclista era la estrechez para que bicicletas y motos subieran juntas.
Como se ve, la etapa olía bien. La fuga del día la habían formado con esfuerzo Carrasco (Andalucía), Cataldo (Quick Step), Bonnafond (AG2R) y Roels (Milram). Habían circulado con tranquilidad y buenas rentas, aunque no definitorias, hasta el Alto de Valdepeñas, iniciado a 20 km. de la meta. Fue esta la dificultad orográfica aprovechada por el Katusha para dinamitar el pelotón. Pozzato y Caruso imprimeron un ritmo que hizo trizas al gran grupo, dejándolo en poco más de una veintena de unidades.
El conjunto ruso trabajaba porque Purito Rodríguez es quizá el mayor especialista del pelotón en las cuestas de grandes porcentajes. Conocidos son su triunfos en Montelupone, en la Tirreno Adriático, e incluso estuvo muy arriba (3º en la etapa) en la última subida al Angliru de la Vuelta. Además venía de mostrar una gran forma en Málaga, donde sólo una colocación mejorable y la formidable exhibición de Gilbert le impidieron celebrar la victoria y ponerse de líder.
Así que el Katusha tenía buenos motivos para tirar. Karpets se unió al trabajo -decisivo en el tramo final- y en el grupo quedaban pocos, favoritos al margen; y de entre los favoritos, la única ausencia era Carlos Sastre, que se dejaría un minuto y medio en meta. Así se coronó el alto para atacar la bajada que lleva hasta Valdepeñas de Jaén, aprovechada por Luis León Sánchez para intentar un movimiento rápido. No fructificó, y tampoco el de su compañero Rigoberto Urán, que fue alcanzado cuando ya estaba iniciada la última subida.
Joaquim Rodríguez se abrió paso pronto entre la hilera de gente y vallas que rodeaba a los protagonistas. Su ataque neutralizó a Urán y dejó a su rueda a pocos más que a Velits, Antón, Nibali y Gilbert. Era lo esperado, pero quizá demasiado pronto para la victoria. Así lo vio Igor Antón, que a unos 400 metros de la meta lanzó el ataque de la victoria, todo clase y fuerza. El menudo escalador vizcaíno abrió un hueco suficiente con Nibali, segundo tras el exceso de responsabilidad de Purito, para embolsarse la etapa, cuatro años después de que lo hiciera en Calar Alto. Gilbert cedió lo justo para seguir conservando el liderato, y entró rodeado por los sorprendentes jóvenes del Columbia, Velits y Van Garderen. Rodríguez fue cuarto.
En conjunto, los últimos veinte kilómetros de carrera fueron tan vivaces como la mejor etapa de alta montaña o como cualquier final de monumento. Estos días de Vuelta son una reivindicación necesaria de la tercera grande, que hace tantas cosas mal como para legitimar las críticas que recibe, pero que también merece reconocimiento para lo bueno. Esta Vuelta, más o menos querida, es nuestra Vuelta, y tenemos que cuidarla por pura sanidad de este deporte.
David Vilares